21.6.08

De Rodrigo Rodríguez: gran jugador, mejor persona

"La angustia con la que nos fuimos de la casa de Rodrigo Rodríguez era proporcional al miedo que le teníamos al descenso. Antes de dirigentes éramos hinchas y, como buenos hinchas, pensábamos que nuestro club era el que peor suerte tenía en el mundo. Seguro que Italiano le ganaba a Platense en el último minuto. Comenté que Rodrigo Rodríguez me parecía un tipo derecho y que si nunca había llegado a jugar en primera era porque no transó con los que sí habían transado muchos. El presidente me pidió que estas cosas nunca las dijera en público y que si este burro nunca había jugado en primera era por eso, por burro. A mí me parecía un buen jugador y como muchos del ascenso no había llegado a primera por caprichos del destino o de la suerte. Por supuesto que esa opinión me la guardé. ¿Para qué la iba a decir? Vivíamos momentos de tensión y eran otros los temas a tratar. Uno: ¿de dónde el club sacaba la guita? Dos: ¿quién sería el dirigente que el sábado iría a Saavedra con el maletín en la mano al banco de suplentes de Platense? Me vine a enterar de que el club había incentivado a muchos rivales de Italiano las últimas fechas y que ya no había de dónde sacar plata. Era martes y para el otro día todos teníamos que traer alguna idea. No se trató el tema del dirigente en el banco de suplentes de Platense. Y esa noche, antes de dormirme, tuve lo que una vez un médico me explicó que se llama duermevela. Es un estado en el que no estás ni despierto ni dormido. Y en ese estado, en el duermevela, a mí me pasa que resuelvo los problemas de la vida tan fácil que me puedo dormir tranquilo. Al otro día, me levanto y me doy cuenta de que una cosa es el duermevela y otra estar despierto. Ese martes a la noche me fui a dormir y la verdad es que no podía pegar un ojo. Hice algo que nunca hago: me tomé una pastilla. Una de esas que tomé las pocas veces que viajé en avión. Quedás medio pelotudo y te dormís. Bueno, yo me quedé medio pelotudo peor no me dormí. QUedé en duermevela y por mi cabeza no había otro nudo que resolver que el del sábado y las treinta y una lucas y media...
"... No sé por qué tomé conciencia y supe que estaba en estado duermevela. Al otro día sería imposible encarar a mi tío y pedirle la guita."






SER FELIZ ME DA VERGÜENZA Y OTROS CUENTOS
© SEBASTIAN WAINRAICH, Mayo 2008


Sudamericana

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